El muralismo, ahora también reconocido como arte público, es la disciplina artística que pretende replantear la importancia de la ciudad -o de sus espacios públicos- en relación con el medio ambiente, del habitante con su entorno y de la cultura como expresión de una identidad social.
Son muchos los gobiernos, además de las universidades y/o escuelas de artes, que promueven la creación del arte público: para las ilustraciones de nuevos edificios, para cubrir distintos lugares de edificaciones que se busca remozar, recuperar o darles nuevas vidas con estas intervenciones y para diversos contornos espaciales.
La mayoría de estas propuestas de la plástica tienen sus referencias en la escolástica que definieron artistas de la talla de los mexicanos David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Diego Rivera; y son muchos los expertos que sostienen que estos trabajos callejeros pueden constituir verdaderos museos a cielo abierto. Son cada vez más las ciudades que suman estas ilustraciones escenográficas y cada vez son mas los artistas que se ganan el respeto y el reconocimiento a partir de las creaciones que realizan.
Las justificaciones argumentales y doctrinales parecerían suficientes entonces para que diversos organismos estatales y organizaciones de la sociedad civil de la provincia se decidan apoyar la promoción de estas actividades artísticas, ciertamente en base al cumplimiento de pautas y valores estéticos, de calidad y como aportes de una innovación ilustrativa.
Bien podría tomarse esta propuesta como el punto de partida de una gestión que lleve a renovar los espacios públicos urbanos en las distintas ciudades tucumanas; incluso este Primer Encuentro de Arte Público y Muralismo podría servir de arranque para que las municipalidades -gestoras de esos lugares- se comprometan a trabajar en esa perspectiva.
Siempre será más grato observar, distinguir y disfrutar de esas creaciones plásticas que de ciertos paisajes oscuros, desaliñados o destruidos que integran muchas veces un decadente ambiente a la vista de todos. Y si correspondiera y se justificara arquitectónica y urbanísticamente, no debería demorar el apoyo y la autorización de estas intervenciones en espacios familiares y de gran sociabilidad, como plazas, parques o plazoletas, toda vez que podrán darles nuevos sentidos y valores a esos lugares que, de hecho, han sido construidos y puesto a disposición de los vecinos para el solaz, el placer y la recreación.